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miércoles, 30 de marzo de 2016

Exnovia de Charlie Sheen dice que el cine porno arruinó su vida

La exestrella de películas para adultos Bree Olson habló sobre la difícil situación que vive después de terminar su relación con el actor Charlie Sheen y dejar su trabajo como actriz porno.

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En un video que compartió el programa de entrevistas “Real Women, Real Stories”, Olson dijo que ha tratado de empezar una vida normal pero no les está resultando fácil porque tiene problemas para encontrar trabajo y amigos.

Según Olson, nadie quiere tener nada que ver con ella después de que se enteraran de su pasado. Sin dar detalles, dijo que la gente que se la encuentra en la calle la insulta.


“Cuando salgo, siento como si llevara en la frente un letrero que dice ‘zorra”, contó Olson en la entrevista, publicada la semana pasada y que se ha vuelto viral en círculos feministas y en redes sociales.

Olson fue una de las “diosas” que vivió con Charlie Sheen y compartió su casa con otras mujeres durante la crisis que tuvo el actor en 2011. Calcula que ganaba entre 30.000 y 60.000 dólares al mes en la industria del porno antes de dejarla y separarse de Sheen.

“He llegado a un punto en el que hay días y semanas que prefiero quedarme en casa porque no puedo enfrentar al mundo”, comentó.

“La gente me trata como a una pedófila, no como a una extrabajadora sexual. Me tratan como si estuviera lastimando niños”.

Olson, de 29 años, se mudó recientemente de Los Angeles a Fort Wayne, en Indiana. En una entrevista con CNN vía correo electrónico, la actriz dijo que dejó la industria del porno en 2011 y que ha tratado de lanzar varios negocios, pero todos han fracasado.

Ahora trabaja como modelo de cámaras, un oficio en el que hombres y mujeres prestan sus servicios haciendo actos sexuales ante cámaras para clientes en internet. Tiene una novia y Bree Olson no es su nombre verdadero.

Olson dijo que aceptó hacer la entrevista en video —grabada el año pasado en su casa en Los Ángeles— para dar una visión honesta de la industria porno y sus efectos en las estrellas femeninas de este tipo de películas.

El responsable de “Real Women, Real Stories”, Matan Uziel, le dijo a CNN que hizo esta serie de entrevistas para empoderar a las mujeres destacando sus luchas, desafiando los estereotipos y recaudando dinero para causas que apoyen la educación de mujeres y niñas.
“Hoy en día, desafortunadamente las mujeres están infrarrepresentadas en casi todos los sectores de la sociedad en el mundo. Creo que con una exposición adecuada, podemos minimizar la destrucción e incluso revertir algunas de las tendencias negativas contra las mujeres”, dijo Uziel a CNN en un correo electrónico.

“En nuestros próximos episodios queremos seguir presentando historias provocativas sobre mujeres a las que no vemos normalmente en revistas y programas de televisión”.

La niña que huyó del régimen norcoreano

Con sólo 13 años, Yeonmi Park cruzó desiertos, ríos y fue vendida por traficantes en su intento de dejar atrás Corea del Norte.

La travesía de Park comenzó en 2007, cuando escapó a China con su progenitora.

Ciudad de México.- Yeonmi Park escapó de Corea del Norte cuando tenía apenas 13 años. Se vio obligada a cruzar ríos helados y desiertos, llegando incluso a ser vendida por traficantes en China.

Ahora Park, quien vive y estudia en Estados Unidos, contó a la cadena británica BBC la experiencia de su huida hace casi una década y qué fue lo que la llevó a dejar Corea del Norte, uno de los países más herméticos del mundo.

Park creció en el norte del país, sin embargo, cuando detuvieron a su padre por trabajar en el mercado negro, tuvo que mudarse al centro.

Por entonces también tuvo la oportunidad de visitar la capital, Pyongyang. "Fui a la escuela varios años y solo supe de la existencia de unos pocos países en el mundo. Nunca había escuchado hablar de Internet.

"Todo lo que sabía era sobre los 'malditos estadounidenses'. Así los llamaban. Tenía la imagen de los malditos estadounidenses con nariz muy grande y ojos azules, verdaderos monstruos", relató.

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A la distancia, la joven considera que en Norcorea intentan "lavarles el cerebro" todo el tiempo ya que, por ejemplo, nunca se enteró de que su vecino en la península, Corea del Sur, era un país libre.

"Pensaba que había sido colonizado por Estados Unidos y que los soldados violaban a las mujeres y a los niños, asesinaban a la gente. Pensaba que era el peor lugar del mundo", recordó.

El punto de inflexión en su vida fue cuando vio la película Titanic. El momento fue revolucionario, pues no se ven historias de amor en Corea del Norte, ya que el amor es considerado algo vergonzoso y jamás se habla de ello.

"No hay canciones, películas o novelas sobre el amor, así que no podía creer cuando vi 'Titanic' que alguien pudiera hacer una película sobre algo tan vergonzoso, y cómo podía ser que alguien muriera por amor y no por el régimen.

"Eso fue una revolución en mi vida; me dio una primera idea sobre la libertad", explicó.

Pese a que saben que los estadounidenses son más ricos que ellos, Park añadió que el pensamiento de los norcoreanos es parecido a la novela 1984 de George Orwell, pues la gente en la calle sigue pensando que viven en el mejor país del mundo.

"Cuando (el ex líder norcoreano) Kim Jong-il murió en 2011, vivía en Corea del Sur con mi madre y no podíamos creerlo.

"Mi madre me dijo: cómo podía ser que Dios muriera, ¡y vivíamos en Corea del Sur! En Corea del Norte no creen que haya muerto. Están convencidos que su espíritu vive entre nosotros, como Jesús, y que lee nuestras mentes y sabe todo lo que hacemos, como en la película 'El show de Truman'", ejemplificó.

Drama

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La travesía de Park comenzó en 2007, cuando escapó a China con su progenitora atravesando un río helado con el riesgo de que fueran tiroteadas.

"Cuando estaba en Corea del Norte, lo único que quería era tener algo para comer. No había manera de sobrevivir allá. Por suerte vivía en la frontera, así que veía las luces en el lado chino y pensaba que si lograba llegar a China podría encontrar alimento.

"Mi madre y yo no sabíamos qué nos encontraríamos al escapar. Cruzamos el río helado y caímos en manos de traficantes en China", contó. Tras cruzar el río violaron a su madre delante suyo, las separaron y vendieron a dos granjeros.

A su madre la vendieron por 55 dólares y a ella por 200 dólares.Esta situación es muy común: cuando los norcoreanos escapan a China, el Gobierno no los considera refugiados y tampoco los ayuda a llegar a Corea del Sur.

Los capturan y devuelven, a pesar de que saben que allá serán castigados o ejecutados. "Cuando me vendieron al granjero y me separaron de mi madre, intenté suicidarme.

"Pero el granjero me dijo que si me convertía en su amante lograría reencontrarme con mi madre y traer a mi padre. Y cumplió su promesa", prosiguió Park.


Después de un tiempo fue a Mongolia desde China, atravesando el desierto de Gobi, y al final llegó a Corea del Sur.

Tras pasar cinco años allí, hace poco fue a Estados Unidos, donde actualmente estudia en la Universidad de Columbia en Nueva York.

"Me gustaría volver algún día a mi país, pero eso no quiere decir que eche de menos al régimen o el sistema", puntualizó la joven a la cadena británica.

Fuente: laprensa.hn

¿Cómo me hice feminista? 5 relatos de infancia

Abusos de autoridad paternos, injusticias a la hora del recreo, desigualdades durante el almuerzo familiar. ¿Cuándo fue tu primer "insight" feminista? Entremujeres preguntó y estas son las respuestas. 

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Se llama "insight" a ese momento de la vida en donde algo se ilumina, se revela a la comprensión y nos cambia para siempre. Nos damos cuenta, en nuestra más tierna e inocente infancia, que los pibes la tienen más fácil para algunas cosas. ¿Cuál fue tu insight feminista?

“Mi papá nos tenía a mal traer a todas las mujeres de la casa, que teníamos que salir corriendo ante cualquier pedido suyo. Un día, tenía yo 4 años, y él me pidió que le trajera la soda. Yo le respondí “traétela vos”. Otro día, por esa época, me pidió una herramienta y yo de la bronca patié una silla desde el living hasta el garaje. Me salió una fuerza increíble. Estaba harta de que nos tuviera como mucamas”, cuenta Sandra (43), hoy psicóloga.

En el recreo

La segunda anécdota transcurre en un patio de escuela primaria del interior del país. A Dafna (33), quien actualmente trabaja en Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las víctimas de trata, le pudo siempre el deseo de la cancha y la pelota, de la que eran, en el recreo de la escuela, dueños exclusivos los varones. “Rápidamente nos ubicaban como las “marimachos” o las “machonas”. Para mi lógica de pensamiento no había impedimentos para que las chicas hiciéramos lo que teníamos ganas de hacer, que en ese momento era simplemente poner a mover la pelota y por qué no, romper algún que otro vidrio. Desconocía que había territorios que no nos pertenecían, que íbamos a tener que pelearlos. El timbre sonaba y el objetivo era claro y preciso: el patio podía ser nuestro. Ese año, entre juegos, competencias y disputas, entendí que nunca iba a abandonar el fútbol por más que no fuera lo que se esperara de mí”.

Se me atragantaron las papas


Paula (46) a los 11 años descubrió de golpe y porrazo lo que era el machismo internalizado por las mujeres. “Mis papás se habían ido de viaje y nos dejaron al cuidado de mi abuela y su marido. Un día estabámos comiendo y vi cómo mi abuela le servía la mitad de la fuente de comida a su marido y los demás nos teníamos que repartir el resto, que era mucho menos. Le pregunté porqué hacía eso y me contestó que había que cuidar al hombre porque era el que traía la comida a la casa. Me pareció una incoherencia total, esa comida que estábamos comiendo la había comprado mi vieja con su trabajo. Me dio mucha bronca el razonamiento delirante que pone al hombre en un lugar de privilegio”.

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Dejar de jugar

“En mi casa no pasaba. Nunca había habido ningún tipo de machismo, todo lo contrario. Pero en la casa de mi vecina algo raro había”, nos relata Mariela de 36 años. “Con ella jugábamos toda la tarde hasta que venía su papá de trabajar. En ese momento ella largaba todo entre asustada y fastidiosa. Estuvieramos haciendo lo que estuviéramos haciendo, ella tenía que ir y atenderlo como si fuera el príncipe. Hacerle el mate, traerle el queso, alcanzarle las pantuflas. Era una cenicienta mal. Cada vez que yo volvía a casa pensaba en esta situación de injusticia que, aunque indirectamente, me afectaba. Creo que ahí fui consciente de la desigualdad”.

“¿Cuándo me hice feminista?”, dice Claudia (45). "Fácil. Todas las navidades de mi vida cuando las mujeres teníamos que levantar una multitud de platos mientras mis hermanos, mi papá y los tíos de la familia se quedaban charlando y disfrutando de los fuegos artificiales".

clarin.com

Toda la verdad sobre los tríos sexuales, contada en primera persona

¿Estadística o experiencia personal? Los datos parecen desmentir las anécdotas, y viceversa. Sin embargo, no son pocos los que han vivido algunas de estas experiencias

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Trio sexual
Es discutible hasta qué punto un tipo de actividad sexual, el trío, que en aspecto de fantasía ha sido invocada por un porcentaje altísimo de la población “activa” (si no por toda ella) puede seguir considerándose “actividad sexual alternativa”, como la califica en un artículo de ‘Psychology Today‘ Zhana Vrangalova. Y es discutible hasta qué punto seguir considerando parcialmente tabú algo que los griegos y otras culturas mostraban en el decorado de su alfarería sin mayor problema, nos retrata o no como una sociedad especialmente pacata en lo público, unos miles de años después. Situados, en todo caso, en ese mundo burgués nuestro donde el fingimiento de la monogamia es la norma, pero que envuelve un mundo privado misterioso, es interesante abordar esos temas eternos.

El trío, plantean los expertos, ese momento de la vida sexual de la pareja en la que esta decide que quizá se podría incluir en sus “actividades” a alguien más(Véase –y esto significa algo– que siempre se enfoca este debate desde la pareja: nadie parece haber pensado que tres personas amigas, por ejemplo, puedan dedicarse a follar de vez en cuando porque les da la gana. Eso quizá sobrepasaría el mundo de la fantasía burguesa, que siempre oscila entre los polos de ortodoxia y transgresión de la ortodoxia, porque es masoquista y entiende el mundo en torno a las relaciones de poder. La amistad sexual, que no incluye nudo dramático y posibilidad de moralina, que no es masoquista ni implícitamente dominante o sumisa, está amputada del espectro de debate).

Sea como sea, dos estudios canadienses sobre el tema han cubierto a base de encuestas todas las posibilidades “ortodoxas” del asunto: los tríos con dos hombres y una mujer y los tríos con dos mujeres y un hombre, tanto desde el punto de vista de ellos como de ellas (tres mujeres o tres hombres, trios de homosexuales o lesbianas, no parecen existir en esta cosmovisión). En uno de ellos, el más completo, publicado en los Archives of Sexual Behavior por Ashley Thompson y Sandra Byers, se recogieron las posturas de 274 individuos heterosexuales de entre 18 y 24 años, el 74% de los cuales eran mujeres. Un colectivo que, se afirma en el artículo, “acepta mucho más que antaño las actividades sexuales no tradicionales como el sexo premarital o el sexo casual” (Aquí, de nuevo, hay que aceptar como premisa que esas formas de sexo no son “tradicionales”. En literatura a eso se le llama “suspensión de la incredulidad”, y se recomienda usar el recurso al principio del libro).

Los resultados de tan parcial muestreo concluyen que los jóvenes universitarios heterosexuales canadienses (“gente” en el artículo), con pequeñas variaciones, piensan que los tríos no son algo fuera de lo común ni algo que se vea como inaceptable, pero tampoco algo “mainstream”. El interés de la mayoría de los encuestados, vagos ellos, era relativamente bajo: no estarían cerrados a la opción si se presentase del modo adecuado, pero que tampoco era algo que buscasen activamente.




Un 24% de los chicos encuestados afirmaron, sin embargo, que habían participado en un trío (para no buscarlo, un porcentaje excelente), mientras que sólo un 8% de las chicas dijeron haberlo hecho. “Por supuesto”, dice la autora, “esos resultados arrojan una pregunta: ¿Quiénes son exactamente las mujeres con las que esos hombres están haciendo sus tríos (los que se llevan a cabo entre un hombre y dos mujeres, principalmente)?”

“Esa más o menos es la misma pregunta que me hacía yo”, comenta Juan, abogado madrileño de 35 años, “cuando mis amigas me decían hace tiempo –en el ámbito hetero– que los hombres eran mucho más infieles que las mujeres”. “Betrayal takes two”, dicen los ingleses. Hacen falta dos para una traición. “¿Con quién eran sistemáticamente infieles toda esa manada de hombres?”, insiste juan. “¿Con cinco o seis mujeres?”. ¿Con quién realizan, pues, sus tríos los jóvenes estudiantes masculinos si no es con sus “iguales”?Misterio.

Creo que es algo que encuentras relacionándote con grupos de gente que están metidos en ese asunto. Si simplemente esperas, quizá aparezca

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La respuesta de Vrangalova, aunque “argumentativa”, enfoca a un interesante complejo cultural/social que todos conocemos de sobra: “Es posible que esas mujeres no formen parte de ese núcleo de estudiantes, o que haya un pequeño grupo de mujeres de ese conjunto que sean las que ofrezcan esas experiencias, pero también es posible que los hombres estén contando más de lo que hacen en realidad para presentarse como más ‘machos’ y/o que las mujeres encuestadas, por el contrario, estén contando menos de lo que hay para aparecer como menos ‘putones’”. O sea, la de siempre. María, psicóloga andaluza, de 40 años refleja su experiencia, y se parece bastante a las conclusiones del estudio canadiense. “Los tríos no son algo que yo haya tenido en mente de manera constante en mi mundo sexual, y pese a que mi vida sexual ha sido activa, sólo se me ha presentado la oportunidad en dos ocasiones. Una por casualidad, en una fiesta, a muy altas horas, otra, porque me lo propuso una pareja, con un amigo de ella. Creo que es algo que encuentras si realmente lo quieres, relacionándote con grupos de gente que están metidos en ese asunto. Si simplemente esperas, quizá aparezca, pero muy rara vez”.

Ya fuera de la pura estadística, el artículo afirma algunas cosas que serían cuando menos discutibles. Escojamos una: “Comparados con las mujeres, los hombres aceptan más los tríos, en general, y están más interesados y tienen más experiencia en tríos con dos mujeres. No es sorprendente, porque los hombres son generalmente más aventureros sexualmente hablando y aceptan más que las mujeres cualquier tipo de sexualidad no tradicional”. ¿Es una afirmación aceptable, dadas las ocultaciones de las que hablábamos antes?

A la espera de estadísticas canadienses más completas, lo único que se puede concluir es que la percepción que los medios y las encuestas dan sobre estos temas es sesgada y clásica en sus aproximaciones. Algo de eso se muestra también en las experiencias que algunos internautas comparten en reddit,‘cautionary tales’ de libro que parecen escogidos por alguien que deseara convencernos a toda costa de que meterse en la cama con otras dos personas acaba siempre en desastre.

En una de las más extensas que encontramos, una mujer cuenta como accedió a hacer un trío con su novio y una desconocida para encontrarse con que “él se pasó follando con ella casi todo el tiempo y yo tuve que quedarme allí,viéndolo y masturbándome”, y pasar después a toda una serie de reflexiones juveniles sobre las “promesas rotas”.

El siguiente en aparecer, esta vez contado por un hombre, aunque también sobre un trío con dos mujeres, no es muy distinto en su pacatería: hace un trío con su novia y una “conocida” pero las cosas acaban torciéndose para el feliz gallo del corral: “Ahora ella dice que como yo he tenido sexo con otra chica, ella quiere tenerlo con otro chico, conmigo incluido o por su cuenta. Mi respuesta es un no rotundo. Siento que todo eso del trío fue una emboscada para poder acostarse con otros”.

Material más que de sobra para empezar a reflexionar sobre el fantasma de la infidelidad ylas curiosas líneas con que lo delimitamos. O sobre el significado de “modernidad”. O sobre lo que consideramos “la sociedad” y las enormes partes de ella que dejamos fuera del concepto.

Nos quedamos con la conclusión de María, que estadísticamente no significa nada, pero al menos es sincera: “En una de las dos ocasiones que te cuento al final no pasó nada. En la otra sí. Y fue una de las experiencias más divertidas de mi vida. Repetimos alguna vez. Ocasionalmente, lo echo de menos”.

Fuente: El Confidencial