Menosprecios, desprecios, ninguneos, absoluta pasividad ante mis problemas de salud, personales e incluso de mis familiares más directos fueron minándome la moral, hasta que llegué no solo a desenamorarme (si es que lo estuve alguna vez) sino que llegué a aborrecerlo.
Puntualizo que si digo no haber estado enamorada de él, es por que ahora que estoy verdaderamente enamorada y soy correspondida, es cuando me doy cuenta de que aquello no era ni fue jamás amor. Jamás supe lo que era el amor hasta que conocí a mi actual pareja, pronto mi esposo. Mi vida emocional fue siempre tan triste que creí que 'aquello' era amor, y pobre de mí, me casé.Pero tuve suerte. Y en lugar de denunciar los malos tratos psicológicos sufridos reiteradamente y en especial durante los últimos dos años, terminé, sin más dilación, solicitando el divorcio.
No tuvimos hijos. Eso facilitaba mucho los trámites. Y él en otro ejercicio de egoísmo se limitó a intentar chantajearme emocional y económicamente. A lo primero no accedí, por que al no amarlo, el chantaje era inviable. Al segundo chantaje, el económico, sí accedí. Era el modo más fácil y rápido de que me dejara marchar de ese infierno para comenzar cuanto antes mi nueva vida.
Hago por tanto desde aquí un llamamiento a las personas (hombres y mujeres) maltratadas psicológicamente: Denunciad si lo creéis oportuno… pero no dejéis pasar la oportunidad de divorciaros. Es la mejor solución, definitiva y sin recaídas. Está en vuestras manos. No os dejéis manipular por miedos infundados. El divorcio es en muchos casos la vida.
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