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miércoles, 21 de enero de 2015

“Cuando me tocó, me di cuenta que le quería”

Dami y su melliza Eve perdieron a su papá cuando eran bebés, y a su mamá a los 11 años, momento en que se mudaron con un tío que las espiaba cuando se bañaban y que las acosaba sin pausa. 

Cuando cumplieron 17, Eve se embarazó y su tío la echó de la casa, así que ella se empleó de doméstica y cuando tuvo su niño (Ernestito), se lo dejó a su hermana y se fue a buscar un futuro mejor en Guenosáire. "Cuando me instale voy a venir a buscarlo", le dijo, pero el niño cumplió 1, 2, 3 y 4 años, y la mamá ni por teléfono se comunicaba. Fue entonces que ocurrió lo del ataque...

Dami cuenta que su sobrinito Ernesto amaneció con fiebre un sábado, y ella lo dejó acostado y se fue a entregar un vestido (trabajaba de costurera en un taller), y cuando volvió encontró al niño regando las plantas y temblando de frío: el tío lo levantó de la cama y lo puso a regar el jardín.

Dami se lo reclamó al señor y fue golpeada por él, arrojada al piso, desnudada y si no fuese porque ella le clavó una tijera en la pierna, su tío la hubiese violado. Ese mismo día ella abandonó la casa con su sobrino, se quedaron dos semanas en el taller y después subieron a un colectivo y se fueron a Buenos Aires, pero cuando llegaron a la dirección donde trabajaba Eve, ésta negó ser la paraguaya a la que estaban buscando.

Si Dami no pudo enfrentarla fue porque ni siquiera se había bajado del taxi, ya que se sentía mal, y fue el taxista quien bajó con el niño y como la vio todavía peor cuando volvieron, la llevó a un hospital y la registró ahí.

¿SE QUEDARON?

El taxista consiguió que dejen internada a la paraguaya y que permitan que su sobrino se quede con ella. Muy lejos de olvidarlos, al día siguiente le trajo el desayuno al niño y cuando Dami salió de alta, lo que pasó dos días después, no la llevó a la terminal de Retiro, como ella le pidió, sino al departamento que tiene a media cuadra del zoológico de Buenos Aires.

Dami explica que si aceptó su invitación fue porque Diego -así se llama- tiene cara de buena persona y además, porque necesitaba tiempo para pensar qué harían cuando volviesen a Paraguay.

Era sábado aquel día en que llegaron al departamento de Diego, que era lindo (“mi abuela me lo dejó cuando falleció”, le contó él), y se quedaron solos porque el taxista debía trabajar. Cuando volvió, encontró su casa reluciente, su ropa lavada y extendida y Dami había cocinado para la cena asado a la olla y sopa paraguaya.

“Acostamos a Ernestito y yo le conté a él toda mi historia, le dije que no tenía cómo pagarle, y él me dijo que ya le pagué de sobra con mi compañía y la de mi sobrino. Quedate más, me dijo, y vamos a ir a pasear en tren mañana, que es mi día libre. Yo le dije que podía quedarme solo si él aceptaba que yo le pague el techo que nos estaba dando, trabajando como sirvienta en su departamento. Bueno, me dijo, pero no vas a ser empleada sino mi amiga paraguaya muy dulce”.

Se fueron a dormir y al día siguiente fueron a pasear en tren y la pasaron genial: “volvimos a eso de las siete de la tarde, y al llegar al edificio una mujer baja del auto y le comienza a gritar a él, a preguntarle si quién soy yo, me viene encima y él le para y me da la llave para que suba con la criatura. Yo me asusté; fui derecho a preparar mis cosas porque no quería ser un problema para alguien que nos dio tanto”, asegura.

Cuando Diego entró al departamento, Dami ya tenía sus cosas listas: “le pedí disculpas por complicarle la vida, le dije que ya nos vamos, pero Ernestito le abrazó a él y eso me descolocó demasiado. El le alzó a la criatura y me pidió disculpas, me dijo que esa mujer era su exseñora y que cada tanto viene a atropellarle, pero que no tiene ningún derecho porque estando casados ella tenía una aventura con otra persona. Me rogó que me quede aunque sea esa noche, que durmamos y al día siguiente hablamos”.

TERNURA…
Dami se quedó un día más, y después una semana: “porque Diego me insistió fui de nuevo a ver a mi hermana. El me llevó, me bajó ahí y se fue a dar una vuelta con Ernestito como para que él no vuelva a sentirse mal porque su mamá le negaba. Cuando salió Eve me preguntó qué quería, para qué le llevé a su hijo ahí, me dijo que ella ya me dio, que es mi hijo ahora y que a ella ni le conoce”.

Este encuentro le puso muy triste a Dami: “le dije que su hijo era un ángel, y me dijo que entonces felicidades pero que no le moleste más, y me cerró el portón. Cuando volvió Diego a buscarme yo me subí al taxi y Ernestito me preguntó si íbamos a volver ahí otro día; no, le dije, y él me dijo que menos mal, porque tiene miedo de que yo le deje ahí. Le abracé y le dije que yo jamás le voy a dejar, y Diego nos abrazó a los dos porque estaba muy conmovido. El sabía que mi hermana me echó”.

Ese abrazo significó todo para Dami: “le comencé a querer desde que me llevó al hospital y le cuidó a mi hijo, pero no me di cuenta hasta que él me tocó con ese abrazo”, dice.

Y se prepara para contar el final de su historia.

“Me besó en el balcón”

Dami volvió a pensar en volver a Paraguay, pero le preocupaba su sobrino: “él estaba demasiado pegado a Diego. Es que nunca tuvo un papá, y a mi tío más que amor le tenía miedo, así que Diego fue el primer hombre que le dio protección, que le dio cariño, y eso era fuerte para él. Yo le dije a Diego que no sabía cómo iba a separarle a mi sobrino de él, y él me dijo: no nos separes, quedate”.

Esta vez, el “quedate” sonaba diferente: “me quedé pero todavía comprometiéndome a trabajarle como doméstica y a no cobrarle, por supuesto, porque nos daba techo y comida. A Diego lo cuidamos Ernestito y yo, él llegaba a la casa y estaba su cena, estaba todo limpio, y estábamos nosotros para acompañarle, y eso le gustó. A los tres meses que estuvimos en su casa él me besó una noche, en el balcón, y me dijo que me case con él”.

¿SABEN QUE ES LINDO?

Dami asegura que no podía creer en que pasó por tantas penurias para encontrar finalmente a un hombre como Diego: “ustedes no saben lo lindo que es él, no solo en su corazón sino que es un hermoso hombre, por eso es que no no creía que se fije en mí. Le dije que no me conoce, que no puede querer casarse conmigo, pero él quería una familia y es así que me llevó primero a su casa y después al registro civil, porque yo no me dejaba convencer”, dice.

A Ernesto lo inscribieron como hijo de los dos: “hace 16 años que yo vivo en Buenos Aires, mi hijo Ernesto tiene 20 ya, y él quería que cuente mi historia porque recuerda todo lo que pasó, y recuerda cómo consiguió para su papá. A mi hermana Eve la fuimos a buscar varias veces y siempre nos rechazó, hasta que un día nos dijeron que volvió a Paraguay; no sabemos si es cierto, y también para que ella lea esta historia, si cae en sus manos, cuento todo. Queremos decirle que su hijo y yo le perdonamos, que tuvimos y tenemos una hermosa vida y le rogamos a Dios que ella esté bien y que sea feliz”, termina diciendo Dami.

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