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jueves, 29 de septiembre de 2016

“Me gustó agarrar dinero fácil y la vagancia más"


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Persiste la escasez de cifras para conocer la magnitud real del problema; no obstante, siguen siendo las mujeres y niñas las más vulnerables 

Sinaloa, México.- “En lugar de darlas gratis, sáquenle provecho a su cuerpo y cara bonita”, era una de las frases mágicas con que Judith enganchaba a amigas y conocidas para formar una red secreta de mujeres para prestar servicios sexuales en el estado de Sinaloa.

Durante los 5 años en el que estuvo en el negocio, la fémina que sobrepasa los 30 años logró aglomerar y regentar a alrededor de 30 jóvenes. Ellas, las sexoservidoras, eran originarias de las principales ciudades de la entidad, a decir, Culiacán, Mazatlán, Guamúchil, Guasave y Los Mochis.

En uno de esos días considerados como malos, las chavas estaban con solamente 3 clientes; sin embargo, la ganancia de ese día era de 3 mil pesos, mínimamente. Nada qué ver con lo que se paga por un empleo decente y en el que hay que estar esclavizado.

Sentada en una silla de plástico, cruzada de piernas y con manos entrelazadas, Judith platica que a sus mujeres nadie las obligaba a estar en el negocio, que cualquiera era libre de irse, pero que permanecían porque las ganancias son vistosas y permiten tener una vida más que aceptable.

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Detalla que jamás pensó llegar a ser una tratante de personas; sin embargo, el destino la colocó en esa situación, la cual aceptó. Ella tenía una aportación de 300 pesos que cada una de sus chicas le hacía cada vez que concluían un servicio.

“Les decía: ¡hey wey!, ¿tienes niños?, ¿cuántos? y ¿no te gustaría salirte de donde estás, ganar dinero, trabajar y ayudar más a tu familia en lugar de andar valiendo madre?”, era otra de las frases de persuasión. Si la respuesta era positiva, de inmediato se les decía de qué se trataba la chamba: “trabajar acompañando a una persona, a hombres”.

Total de averiguaciones por estado del fuero común por trata de persona (APS)

EL CONTACTO.

Judith cuenta que su expareja tenía un negocio de trata de blancas, él conseguía chavas. Lo conoció fuera del negocio, pero después recibe la propuesta de apoyarlo y acepta.

“Con el afán de ayudarle en su negocio, yo también empecé a platicar con amigas y esas amistades me llevaron a otras y se hizo un grupo. Era como una cadena, conseguía chavas que conocía y las que conocía conocían a otras, era una cadena. Algunas chavas eran cholillas, con buen cuerpo y de 18 años, a veces no aceptaban menores de edad”.

Abunda que su grupo buscaba que las mujeres la pasaran mejor, pues habían escuchado las anécdotas de chavas de Nogales y Tijuana que sí eran maltratadas.

“LO QUE SE HACÍA ACÁ ERA QUE NO TUVIERAN UNA EXPERIENCIA AMARGA. ESO MISMO LE ENSEÑÁBAMOS A LAS DEMÁS CHAVAS PARA QUE, A SU VEZ, NOS AYUDARAN A CONSEGUIR MÁS MORRAS”.

Judith, ¿cómo tenía que ser el perfil de mujeres para pertenecer a su grupo?, le pregunta el reportero. “Que no fueran tan drogadictas, tan aceleradas, no contestonas, fáciles de manejar para que no hubiera pleito entre ellas”. Añade, ¿realmente son pobres y necesitan el dinero? “No necesariamente, porque había chavas que eran de buenas familias y les gustaba andar ahí”.

SERVICIOS.
Precisa que como líderes del grupo se encargaban de proveerles departamentos, ropa, etcétera, es decir, lo necesario para estar siempre disponibles ante la llamada de un cliente que solicita una muchacha “buena” con quien pasar el rato.

“Nosotros les contactábamos a los clientes. Las llevábamos nosotros en los carros al lugar y las recogíamos en el lugar. Las vigilábamos cuando estaban trabajando”.

Tanta era la solicitud que, incluso, hubo días que para una sola fiesta o reunión se contrataban hasta 6 muchachas, o bien, los mismos bares de las ciudades pedían la colaboración de la red para que se llevaran a las sexoservidoras a clientes que se embriagaban; por supuesto, por una digna comisión.


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Asimismo, Judith narra que hay parejas que en las ciudades solicitan el servicio para satisfacer fantasías sexuales como los llamados tríos.

Añade que el ambiente de competencia entre las mujeres es muy fuerte porque además de ganar dinero, los clientes que se contactan son “guapos y no panzones”. Incluso, dijo que hay quienes salían embarazadas y regresaban al negocio después de parir.

La mujer comenta que como todo empleo también tuvieron experiencias negativas con algunas de sus muchachas, en donde regresaban golpeadas, pero que afortunadamente ninguna llegó al grado de la muerte.

“A una chava le pagaron muy mal, la llevaron a un rancho, pero por allá la golpearon entre varios hombres que estaban ahí. Le pagaron muy mal, pero no le alcanzó para atenderse los golpes que le dieron. No la mataron, pero sí quedó muy lastimada”.

Hoy se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niños y Niñas.

CAMBIO.
Judith se encuentra fuera del negocio desde hace años y hoy está siendo tratada de las adicciones que adoptó en ese ambiente de prostitución: el alcoholismo y la drogadicción.
El nacimiento de sus hijos y las golpizas que recibieron sus mujeres la hicieron decidir dejar el oficio.

“Tuve mis hijos y ya no quise saber nada de eso, por no darle el mal ejemplo a mis hijos. Se gana bien, pero es muy peligroso. Me gustó agarrar dinero fácil y la vagancia más, pero llega un momento en que uno se cansa de ello y ya no lo ve bien”.

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