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martes, 21 de julio de 2015

Argentina abanderada a los 87

Pilar Morales tiene cuatro hijos, diecisiete nietos y siete bisnietos. Con 87 años, está cursando la escuela primaria y es una excelente alumna. En esta nota comparte con nosotros su historia.
Pilar Morales disfruta de hacer los deberes que le da la maestra, realiza con gusto todas las tareas domésticas, nunca se acuesta temprano y hace todos los mandados en bicicleta. Ah, tiene sólo 87 años.
Esta edición está dedicada a todas las mujeres que, como Pilar, están convencidas de que no hay edad para hacer todo lo que uno se proponga.

Historia

Pilar nos recibe en su casa, en donde charlamos por un buen rato. "Nací en Punta del Agua. Con mis padres y mis 12 hermanos vivíamos en el campo, y allí no había escuela ni maestros; estábamos rodeados de muchos árboles y plantas rústicas. Mi papá tenía animales, hasta que en un momento un volcán entró en erupción y el lugar se cubrió de cenizas. Se perdió todo, los animales no tenían nada para comer y la mayoría se murió".
A raíz de los problemas causados por las cenizas, empezaron a trasladarse en búsqueda de casa y trabajo. Así, pasaron por diferentes sitios hasta que llegaron a Real del Padre, localidad situada en el departamento de San Rafael, provincia de Mendoza. "Mis hermanos viajaban a caballo, arriando a los animales, y a las mujeres nos llevaban en carros", nos cuenta Pilar y se ríe, "¡nuestra vida no era como la de ahora!".

"Llegamos a Real del Padre y aunque es un lugar chico, allí las oportunidades eran mayores. Había muchos secaderos de fruta y mi padre consiguió trabajo en uno. Los patrones tenían huertas y nosotras trabajábamos allí, cultivando tomates y otras cosas".

El relato de Pilar es apasionante, y su memoria está intacta. "Nosotras veíamos que papá estaba cansado, y ya no queríamos que trabaje tanto. Murió muy viejito, con 115 años. Aunque algunos que lo conocieron de joven afirman que tenía más años todavía. Andaba siempre derechito, con un palo. Lo único que le fallaba un poco eran los oídos", nos cuenta Pilar. "Hoy sería su cumpleaños, se llamaba Rufino Del Carmen".

Su mamá tenía la ardua tarea de criar a Pilar y a sus once hermanos, mientras su padre trabajaba, "Mi mamá nos crió a nosotros, y lo hizo muy bien, era muy guapa. Nosotros la ayudábamos mucho, cada uno tenía su quehacer. Si bien no íbamos a la escuela, y mi madre tampoco sabía leer o escribir, en nuestra casa eran muy rectos y recibíamos lo mejor. Hoy los tiempos cambiaron. Yo les cuento a mis nietos qué distinto era todo antes. 

Nosotros obedecíamos en todo y éramos muy respetuosos; mis padres no necesitaban nada más que una mirada para que entendiéramos. Cuando venía alguna visita, por ejemplo, con la mirada que nos hacía mamá ya sabíamos que debíamos irnos a jugar afuera. También sabíamos que había que trabajar para ayudar en casa"

"Mamá murió muy joven, tenía tan sólo 54 años. Por eso, con dos de mis hermanas criamos a nuestros hermanos menores, que tenían 8 y 12 años. El más chiquito era muy pegote de mí, siempre andaba agarrado de mi pollera".

Pionera

Pilar fue una pionera de su época, que se atrevió a hacer lo que a otras mujeres no se les hubiese pasado por la cabeza: separarse. "Me casé muy joven, pero tuve mala suerte y me separé. ¡Me arrepiento de haberme casado! Cuando me separé me mudé a la ciudad de Mendoza y allí conseguí trabajo de empleada doméstica, con unos patrones alemanes que valían oro. 

Ellos me dieron pieza, baño y cocina adentro de su propia casa, y así cuando venía alguien de mi familia de visita yo tenía donde atenderlos. En la misma cuadra había otras empeladas, y nos hicimos muy amigas. Íbamos juntas a los bailes, y la pasábamos muy bien. Estuve allí durante siete u ocho años, hasta que mis patrones se fueron a vivir a Buenos Aires. Me quisieron llevar con ellos, pero a mí no me gustaba la idea de mudarme a una ciudad tan grande".

Villegas

Luego de separarse, Pilar rehízo su vida y formó nuevamente pareja. Se mudaron a nuestra ciudad gracias a un trabajo que le surgió a él, "Al principio Villegas no me gustó mucho, pero me acostumbré. Después él falleció, pero yo me quedé aquí", nos cuenta.
Hoy Pilar mantiene tres de sus doce hermanos, una tiene 90 años, otra 85 y otro 82. Sin embargo, ella es la única que vive en Villegas.

Nunca es tarde

"Cuando vivíamos en el campo algunas veces fue algún maestro a visitarnos, pero casi nunca. No tuvimos una escuela, ni yo ni mis hermanos. Después de grandes algunos empezaron a estudiar, como el mayor que fue policía", me explica Pilar.

"Un día venía caminando por la vereda de la escuela de adultos y había una maestra bajando cosas de una camioneta", relata, "Yo le pregunté qué estaban por hacer, y ella me respondió que estaban dando clases para adultos, y me invitó a sumarme. Le pregunté si me estaba diciendo en serio, y ella me respondió que sí. Ese mismo lunes comencé la primaria". Pilar confiesa que el primer día de clases se sintió feliz, "No estaba nerviosa ni nada. ¡Me encantó! La señorita nos explicaba en el pizarrón y fue muy lindo".

Así comenzó todo. Hoy, tres años después, Pilar está feliz con su decisión. "Salí dos veces abanderada, y otras dos escolta", nos cuenta orgullosa. Entusiasta, inquieta y curiosa, estudia y practica todo lo que ve en clase, y nos confiesa que es una muy buena alumna, "Las maestras no pueden creer que yo no haya ido a la escuela, porque tengo facilidad para resolver cuentas y problemas, desde antes de saber leer". Le pregunto cómo hacía para resolverlos, y ella me responde: "¡Pensando!"

"Yo leía la Biblia, pero no la entendía", me cuenta, "oía a las que la leían en voz alta, y mientras escuchaba iba intentando relacionar esas palabras con lo que veía. Las cuentas no me costaban nada, ¡y yo misma me preguntaba de dónde sabía si nunca había ido al colegio!"

Superarse

Da gusto escuchar hablar a Pilar, y su iniciativa es admirable, "A las señoritas les dije que lo que yo quiero es aprender a expresarme bien; leer y escribir usando bien las palabras. Yo misma me asombro de lo que aprendí, y me pregunto de dónde saqué la base sin ir a la escuela, ¡si vos vieras las cartas que me enviaba con mis hermanas sin saber escribir!"
"¡Cuando empecé a ir a la escuela tenía una letra horrible!, pero después me operé de las cataratas y mejoré muchísimo. La maestra me felicitó, mi letra pasó a ser chiquita y más ordenada", me cuenta.

Además, tecnológica

"Un día la maestra estuvo enferma y mandaron a una suplente, y ella tampoco me creía que yo nunca había ido al colegio. Esa señorita una vez trajo una computadora, la enchufó y me dijo que escribiera lo que yo quisiera, ¡yo sola! ¡Parecía que alguien me había enseñado! Lo hice sin problemas". Además de su experiencia escribiendo en una computadora portátil, Pilar maneja dos teléfonos celulares, que en este momento están sobre la mesa, al lado nuestro.

¡Viejos son los trapos!

"Me gusta planchar y ayudar a las personas que no lo pueden hacer", dice Pilar, y yo no salgo de mi asombro. Esta mujer, con 87 años, es increíble. "Ayer fui a ayudar a planchar a una señora que es joven, pero que le duele todo".

"Hago todos mis mandados sola, en bicicleta; una vez me chocó una chica que iba en otra bici y terminamos desparramadas en el piso. Me querían llevar al hospital, pero les dije que no, ¿Para qué, si yo estaba bien? Lo único que no se manejar bien es el cajero del banco, es algo que tengo que aprender".

Qué más agregar. Ojalá todos lleguemos a los 87 con la vitalidad que tiene esta mujer.

diarioactualidad

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